Como esos peces rojos que en una pecera dan vueltas ingrávidos –casi la pecera de la nada–, así nos vemos: sumergidos en un monumental baño maría de virus, microbios, bacterias; veloces mutaciones… ¡Cómo desearíamos ahora monitorizar el aburrimiento, el tedio y la rutina, lejos del sobresalto y del miedo al contagio! Y a la fatiga psíquica. Y de la microscópica guerra química que, invisible, se libra en nuestras venas. La vacunación trae toda la apariencia de convertirse en un ritual cíclico y, una vez más, los pesimistas tenían razón. Es extraño que aún no se hayan, o no nos hayamos, organizado en un club, en una asociación, en un grupo de presión o en una fundación. En todo caso deberes para cuando volvamos a la normalidad –¿cuántas van?–, y cuando los guionistas de nuestras vidas recuperen el optimismo y la creatividad. Y la piedad para con el género humano. ¿Sería mucho pedirles que miraran el mundo con dioptrías ajenas?
El aire circula lento, y su exageración el viento: fino como un alfiler. En la esfera del reloj: el tiempo abre las agujas en un abrazo de despedida. Nada será como antes. Y quizá estemos ante el estruendo de una nueva época que con la pandemia se adelanta. Y de una o varias generaciones que se superponen alterando el orden lógico y cíclico de la historia. Natural: el uso y abuso de la dictadura tecnológica al galope, precisa de gente que ya haya nacido en ella. De la generación Alfa para atrás: todos condenados al crepúsculo. Se agranda la brecha generacional.
De covid-19 a su variante ómicron, un paréntesis de insomnio; angustioso. Y el caso es que, perdonen la bisutería intelectual, ómicron, así: escuchado, me remite al Necronomicón, el libro imaginado por H.P. Lovecraft y que él atribuía al árabe loco Abdul Alhazred, su pseudónimo. El Necronomicón, cuya lectura, según su autor y seguidores, provoca la locura y la muerte, ha tenido y tiene un largo recorrido literario, cinematográfico; presente en el rock de Black Sabbath, Metallica y Iron Maiden y referenciado en videojuegos. Junto con su admirado Poe, es la más alta cima del horror cósmico. Quizá no es casualidad asociar el ómicron con el Necronomicón. Se trata de una asociación fatídica.
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