Estamos en la sala de prensa. No cabe un alfiler. Swarovski presenta en Sídney su colección de otoño-invierno, de la que Kerr es imagen, y todos los medios internacionales han volado hasta aquí para verla. La modelo, de belleza inteligente, tiene buena cara para todos. «Acabo de aterrizar de China. El vuelo ha sido terrible. Y largo. Hemos tenido que hacer una escala de cuatro horas en Singapur. Pero estoy encantada de estar aquí», dice, sin dejar de sonreír, mientras se coloca el collar de la marca que ha elegido para la ocasión. Cuando, esa misma noche, en la cena que la firma ha organizado para sus invitados –incluidos directores, editores de revistas de moda y empresarios del sector–, se levanta para saludar mesa por mesa a los asistentes y hacerse selfies con todo aquel que se lo pide, deja bien claro quién es: mucho más que una cara bonita.
Con una mezcla equilibrada de belleza y cerebro, la australiana ha sabido llegar a lo más alto de la industria. Habiéndose embolsado más de 5 millones de euros en 2013, según calcula Forbes, hoy es la segunda modelo mejor pagada. Solo Gisele Bündchen la supera. Por eso le resulta divertido cuando quienes no se han documentado le preguntan qué siente ahora que su carrera empieza a despuntar.
«Llevo haciendo esto desde los 14 años», señala. En abril cumplió 31 y lo celebró con un sugerente vídeo –vestida de conejita de Pascua, dada la fecha– que compartió con sus más de dos millones y medio de seguidores en Facebook. La habilidad para pasar de dulce a sexy sin esfuerzo aparente es una de las cualidades que la han convertido en favorita de los fotógrafos. Lo mismo se desnuda ante el objetivo de Mario Testino para una revista masculina, que posa para los paparazzi jugando en el parque con su hijo Flynn. Y aunque con nosotros se niega a comentar ciertas cuestiones –por ejemplo, la visión del cuerpo femenino como objeto que la moda ofrece en ocasiones–, a la edición británica de GQ no tiene problema en decirle que necesita un hombre en la cama, aunque disfruta mirando a las mujeres y no descarta explorar. Hasta para ser controvertida calcula el momento.
Con Flynn (siempre en brazos), de paseo.
Cordon Press
Trayectoria de control. Desde sus comienzos en Australia –cuando un amigo la inscribió en un concurso de modelos local que, por supuesto, ganó– hasta el punto de inflexión de su carrera en 2007 –el año que firmó con Victoria's Secret, lo que le hizo ganar, además de millones de euros, el título oficial de supermodelo–, Kerr ha meditado cada paso. «Ha sido un viaje interesante. Nunca pensé que duraría tanto. Al principio no me lo tomaba muy en serio; sencillamente me divertía», cuenta. Ser una nueva Elle Macpherson –una etiqueta que, muy a su pesar, le cuelgan a menudo– no era su sueño. La moda le resultaba ajena. Creció en el campo con su abuela, rodeada de caballos y con un póster del príncipe Guillermo de Inglaterra colgado en su habitación.
Un viaje a Japón, en 2004, lo cambió todo. «Me di cuenta de cuántas posibilidades ofrece este trabajo y empecé a ver las cosas de otra manera. De ese momento en adelante estuve abierta a todo. La de modelo no es una carrera a largo plazo, por eso me lo curré tanto. Sabía que no duraría mucho y quería disfrutarlo mientras pudiese. Trabajaba los siete días de la semana, viajando de un continente a otro. Pero eso fue hasta que nació Flynn», nos cuenta.
Aunque tiene fama de evasiva cuando se trata de comentar su vida privada, a Miranda le encanta hablar de su hijo. «Se está poniendo enorme. Pero le gusta que lo lleve en brazos. Y yo quiero exprimir hasta el último minuto con él. Es la luz de mi vida», dice, aun sabiendo que suena cursi. Su hijo también es la razón por la que decidió romper su contrato con Victoria's Secret el año pasado: «Exigía demasiado tiempo y, como madre, no podía comprometerme. Fue una decisión arriesgada, pero creo que correcta. Para mí es importante pasar tiempo con Flynn. Si trabajo varios días seguidos, me aseguro de tener el fin de semana únicamente para él».
Hoy la modelo es más selectiva con los trabajos que realiza, un lujo que solo las tops se pueden permitir. En su lista de clientes: H&M, Mango, Wonderbra, Swarovski… «Necesito colaborar con firmas con las que me identifique. Y creo que por eso los clientes responden tan bien. Saben que si doy mi imagen a una marca es porque confío en ella». Como embajadora, no tiene rival: domina como pocas la ‘poesía’ de la industria. «Swarovski transmite un mensaje de empoderamiento. Quiere hacer brillar a la mujeres, darles confianza en sí mismas. Yo también», continúa. «Mis libros son el mejor ejemplo». Con dos volúmenes bajo el brazo, titulados Trust yourself y Empower yourself (en español, Confía en ti misma y Empodérate), la de escritora es solo otra más de sus facetas.
Cortesía de Swarovski
Mujer de negocios. Miranda es el ejemplo perfecto de lo que la industria llama, con cierto tono eufemístico, la modelo comercial. Atrás quedaron las pasarelas y estar constantemente subida a un avión. Esto le permite dedicarse a su hijo y a sus demás quehaceres. En 2009 Kerr lanzó su propia línea de cosmética orgánica, Kora. Un movimiento inteligente teniendo en cuenta que el sector de la belleza natural no deja de crecer: hoy es un mercado de 22.000 millones de euros. «Se trata de un proyecto en el que estoy implicada al 100%. Estuvimos cuatro años testando las fórmulas. Yo misma las probaba. Me implico en todo, desde el desarrollo de productos hasta la estrategia de expansión». Este año, tras consolidar EE UU como su segundo mejor cliente, se ha lanzado a por Asia. Allí la australiana es un ídolo de masas. Lo cual, unido a la obsesión de las orientales por lucir una piel inmaculada, ha demostrado ser de provecho. «Kora es una extensión de mí y mi filosofía vital. Creo que es importante saber lo que te pones en la cara».
En busca de la perfección. Férrea defensora de un estilo de vida saludable, habla maravillas del yoga y los batidos verdes. «Los tomo cada día. Les pongo semillas de chía, maca, espirulina… Si sabes cómo cuidarte, puedes crear una mejor versión de ti misma. Soy una perfeccionista». Por eso tiene la costumbre de preguntar qué tal lo ha hecho después de una entrevista. «Creo que siempre se puede mejorar», afirma.
El rollo despreocupado de modelo con tatuajes y vaqueros rotos, a lo Cara Delevingne, no va con ella. Prefiere faldas a media pierna, tacones de cinco centímetros y bolsos lady. El Birkin de Hermès es su favorito. Tira a lo clásico. Pero hay algo cautivador en su imagen, que millones de personas imitan. No en vano, es un icono del street style. ¿Un halago? «Cada uno debe encontrar su estilo. La autenticidad es esencial para triunfar». De ahí que le moleste cuando la comparan con Macpherson. O cuando un periodista insinúa que su asistente edita sus entrevistas. Es el único momento de la rueda de prensa en el que Miranda no sonríe. «No lo permitiría. Nadie puede hablar por mí».
Kerr no tiene reparos en mostrarse tajante cuando hace falta. Tal vez ese sea uno de los motivos por los que se ha ganado fama de difícil. ¿Mandona? «Puedo serlo. Una vez que me marco una meta nada se interpone en mi camino», afirma. A los hechos nos remitimos.
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