Mi Cuenta Registro Atados al pasado y ciegos ante el futuro Últimas Noticias Últimas Noticias de opiniones Sección Editorial Comentá esta noticia

Debemos preparar a los niños que ingresan hoy al sistema educativo para que puedan desenvolverse en un mundo que no sabemos cómo va a ser. Entrenarlos para que se desempeñen en carreras, ocupaciones y trabajos que todavía no existen, y para que desplieguen capacidades y habilidades que les van a ser requeridas pero que, al momento, no sabemos cuáles son y no podemos imaginar cuáles serán. ¿Se puede imaginar un desafío mayor?

Pero ni el sistema educativo ni los programas educativos ni los educadores están preparados para el desafío. Menos los sindicatos y los sindicalistas ideologizados y retrógrados. Tampoco lo está la sociedad, porque, sencillamente, no sabemos qué es exactamente eso que viene. En muchos casos no podemos ni siquiera conceptualizarlo.

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No estamos capacitados para un nivel de cambio tan grande y rápido; tan profundo y disruptivo. Y si bien esta es una preocupación mundial, sabemos que hay países mejor posicionados que otros. Hay sociedades que están investigando, pensando y planificando; creando capacidades, estructuras e instituciones buscando llegar a ese futuro todavía desconocido de la mejor manera posible.

Podría llenar hojas enteras de descubrimientos y de noticias reveladoras. Cosas maravillosas que van a salvar millones de vidas; otras que nos van a poner frente a dilemas éticos y morales enormes. Pero todas ellas nos van a enfrentar a problemas educativos insoslayables.

Esos raros peinados nuevos

Hace pocas semanas se conoció la noticia de que Lucid Motors, una compañía fundada hace apenas catorce años y que recién a finales de octubre entregó algunas decenas de unidades a sus primeros clientes, superó en valor en bolsa a una empresa centenaria como Ford. Igual que Tesla, otra compañía nueva cuya cotización de mercado supera a Volkswagen y Toyota juntas.

Netflix no tiene una sala de cine, pero es una de las distribuidoras más grandes de contenidos audiovisuales del mundo. Facebook, Instagram, YouTube o TikTok no producen ni un bit de contenido, pero son las plataformas más grandes de distribución de material digital del mundo. Amazon y Ali Babá son líderes indiscutidos del mercado retail global, aunque no posean ni una sola pieza de stock. AirBnB es la mayor compañía de alojamiento del mundo sin poseer un solo inmueble de los que pone en alquiler. Uber es la mayor empresa de transporte urbano del mundo sin tener ni un solo auto de su propiedad; por lo menos no hasta que lance su flota de vehículos autónomos, hoy en etapa de pruebas.

Estas empresas -tecnológicas o altamente tecnificadas-, adquieren valores astronómicos en los mercados bursátiles en muy poco tiempo, con muchos menos empleados y activos físicos por dólar invertido que las empresas tradicionales; lo que las convierte en las preferidas de los inversores. Hay una revolución de los modelos de negocio en marcha. Silenciosa e irrefrenable.

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­Qué tonto resulta poner trabas a Mercado Libre; buscando enmarcarla bajo un estatuto postal obsoleto o a sus trabajadores en convenios sindicales arcaicos! Menos cuando Mercado Libre vale más de sesenta veces lo que vale YPF. O cuando Vaca Muerta es eso; algo muerto y sin valor alguno. Y Mercado Libre el futuro.

El código de la vida

Solo por mostrar un ejemplo entre los cientos posibles, existe hoy una técnica - llamada CRISPR ( "Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats" por sus siglas en inglés) - que permite la manipulación genética de cualquier organismo.

Simplificando in-extremis, el ácido desoxirribonucleico (ADN) es el alfabeto genético -de solo cuatro letras: A, C, G y T-, y el ácido ribonucleico (ARN) es el que transfiere la información contenida en el ADN deletreándole a las células cómo formar cada proteína específica que hacen a la vida. Usando algunas enzimas con propiedades muy particulares, es posible agregar en la secuencia de ARN que se identifica con su par de ADN la información que se quiere transmitir. Una vez apareado el ARN con el ADN, la enzima corta esa sección específica en el tramo de ADN y la reemplaza por la modificación que le fuera "insertada" en el ARN.

Un "cortar y pegar" biológico

La técnica ha sido usada exitosamente en toda clase de seres vivos. También en seres humanos. Es tan sencilla que en Estados Unidos se venden "kits" destinados a estudiantes de nivel primario para enseñarles los rudimentos de la modificación genética en bacterias. De hecho, yo mismo compré el kit y todos los componentes necesarios.

Ya existen bacterias alteradas génicamente no solo para producir electricidad -algo viejo-, sino para conducir electricidad, lo que produjo un nanocable biológico que conduce la electricidad a un nivel que ha sorprendido hasta a los propios científicos. O bacterias que convierten la luz solar en etanol; que producen biodiesel o insulina. O bacterias que "digieren" plástico. O peces fluorescentes que se venden como mascotas. Recientemente se logró ensamblar una biocomputadora elemental hecha de bacterias de Escherichia coli genéticamente modificadas para que funcionaran como un circuito integrado.

El libro de la vida

Si en las cinco últimas décadas la revolución tecnológica vino de la mano de chicos en garajes diseñando computadoras hogareñas, software, juegos y apps; hoy esa revolución viene de la mano de chicos que, provistos de laptops y kits como el que mencioné antes, cambiarán la biología desde sus garajes.

El ser humano dejará de estar condicionado por la evolución natural, tan laboriosamente formulada por Charles Darwin. Ahora nosotros mismos nos convertiremos en arquitectos y en dioses de nuestra propia evolución y de nuestra especie.

Se hace casi obligatorio leer dos libros al respecto. El primero de Walter Isaacson, “El código de la vida”, Jennifer Doudna, “La edición genética y el futuro de la especie humana”. El otro, un libro de la propia Doudna, creadora de la técnica: “Una grieta en la creación. CRISPR, la edición génica y el increíble poder de controlar la evolución”. Títulos sugestivos, ¿no?

Ya fueron alterados génicamente - con fines experimentales embriones humanos tanto en China como en Estados Unidos. Y si bien todavía pueden pasar varias décadas hasta que estemos en condiciones de “diseñar y producir bebés a medida”, creo que todos entendemos que es el Rubicón que no debemos cruzar.

Pero estamos frente a una técnica que nos podría permitir eliminar el cáncer, o salvar a chicos de sufrir enfermedades genéticas o eliminar enfermedades como la diabetes, el Alzheimer o la esquizofrenia. Ante esta posibilidad, ¿cuántos están dispuestos a no seguir adelante?

¿Cuál es el límite?

Al igual que con los organismos genéticamente modificados, se puede portar un gen de un organismo e implantarlo en otro. ¿Qué impedirá, a futuro, eliminar un gen del genoma humano e implantarnos un gen de otro organismo? ¿Qué nos impide volvernos fluorescentes solo por seguir una moda, o hacer que desarrollemos branquias para poder respirar bajo el agua, o portar genes que nos permitan procesar los alimentos de una manera distinta, alimentándonos de plástico como lo hacen las bacterias que mencioné antes; o que logremos prescindir por completo de la necesidad de materia orgánica para alimentarnos? Ya se crearon bacterias que se alimentan de silicio.

¿Qué nos impide crear distintas versiones de seres humanos? ¿Por qué no podemos desarrollar un ser humano que sea más adecuado para vivir en Marte y otro más apto para vivir en colonias espaciales o en la Luna?

La evolución no es un progreso hacia un modelo ideal ni más perfecto, sino la forma de un organismo de adaptarse a un nicho dado. ¿Por qué no podemos llevar la teoría de la evolución a su máxima expresión creando múltiples versiones de seres humanos, cada uno adaptado de la manera más conveniente a su futuro nicho en particular?

Estos son pocos ejemplos en un único campo -la genética- que ilustran el nivel de cambio que viene. Y hay miles y miles de ejemplos en cientos de otros campos tecnológicos. Y el proceso no es exponencial sino hiperexponencial; un atajo, un avance o un descubrimiento en un campo, abre infinitas posibilidades en miles de otros. No estamos preparados

Mientras en el mundo ocurren estas cosas, en Argentina el Conicet es cooptado por “científicos militantes” -un oxímoron-. Pseudocientíficos que reniegan de la ciencia y del método científico. Antropólogos que pontifican sobre la identidad mapuche, el lenguaje inclusivo y la autopercepción. Sofistas mercenarios que solo buscan indagar en lo superfluo como un fin en sí mismo, mientras le dan la espalda a la realidad y al futuro.

¿Así nos preparamos para la cuarta revolución industrial? ¿Para la quinta, la sexta y todas las que vendrán, de ahora en más, cada vez más rápido, dejándonos menos y menos tiempo de adaptación y preparación?

No vale más la linealidad. Lo que les pasó a nuestros abuelos y a nuestros padres no es lo mismo que vivimos nosotros ni, ciertamente, lo que van a vivir nuestros hijos y nietos. No superamos con éxito ni la primera, ni la segunda ni la tercera revolución industrial. ¿Qué nos hace pensar que esta vez podremos hacerlo mejor cuando los cambios son tantas veces más rápidos, más profundos e importantes?

Mientras sigamos negando el futuro aferrándonos a un pasado retrógrado con tanta obstinación; mientras sigamos negando el mérito igualando hacia abajo y permitiendo que sea abanderado tanto alguien que estudia como alguien que no; mientras sigamos ahuyentando empresas que crean trabajo genuino e innovador; mientras sigamos inculcando esa desconfianza basal hacia el capital y sigamos enseñando que el trabajo es “explotación”; entonces solo nos queda por delante el ostracismo, la marginalidad global, la primarización total de nuestra economía y la pauperización económica, educativa e intelectual con la que parecemos sentirnos tan cómodos.

¿No vemos que, de seguir así, la brecha tecnológica, educativa, social, económica y de ingresos solo se irá agrandando cada vez más?

El mundo no va a esperar a que nos despabilemos.

“No culpes al mar de tus eternos naufragios”.

Sin visión de futuro no hay futuro.

Sin plan ni educación ni mérito, tampoco.