Millones de consumidores en Europa usanpara calentar sus casascalderas de gas, que son contaminantes y dependen de una energía con grandes altibajos de precio, lo que obliga a replantear su uso. Los consumidores que vayan a instalar o cambiar su sistema de calefacción se preguntan cuál será la alternativa más asequible para calentar sus hogares de forma sostenible en un futuro próximo. ¿Qué soluciones deberían promover las próximas normas nacionales y de la UE?
Para responder a estas preguntas, OCU junto a BEUC ylas organizaciones de consumidores de Italia (Altroconsumo), República Checa (dTest) y Polonia (Federacja Konsumentow) han calculado el coste de la calefacción conbombas de calor eléctricas, bombas de calor híbridas eléctricas-hidrógeno y calderas de hidrógeno. Se ha elegido estudiar el periodo 2025-2040 porque es para el que se está revisando la legislación europea yteniendo en cuenta que la vida media de los aparatos se sitúa entre 15 y 20 años.
El coste de la calefacción se ha calculado para una vivienda unifamiliar y un piso, teniendo en cuenta la compra e instalación de los aparatos, el coste de la energía que usan (lo que cuesta generarla y las inversiones en las redes que la transportan, porque todo influye en la factura) y el aislamiento de los edificios.
El estudio llega a cinco conclusiones principales, que los legisladores deberían tener en cuenta en sus próximas discusiones.
En concreto para España, el estudio ha determinado que la calefacción mejor y más barata para los consumidores españoles sería una bomba de calor eléctrica (un sistema de aerotermia), igual que en el resto de los países. Las calderas de hidrógeno resultarían un 60% más caras. Una ventaja adicional de las bombas de calor es que pueden refrigerar en verano, mientras que con una caldera de hidrógeno habría que comprar un aparato aparte.
En cuanto a la mejora energética de las viviendas, acometer obras de renovación en profundidad es en España muy caro, debido al alto coste de la mano de obra, lo que hace más difícil amortizar económicamente la inversión de forma individual. Sin embargo, realizar algunas mejoras de cierto calado sí compensa, y no solo por el ahorro, sino también porque se está más cómodo en casa. Además, si muchos consumidores mejoran sus viviendas, se reduciría la demanda de energía, lo que se traduce en un considerable ahorro en el mantenimiento de las redes de distribución, que puede repercutirse a los usuarios.
En zonas urbanas, un sistema de calefacción colectiva por barrios o urbanizaciones (district heating) puede resultar hasta un 3% más barato que el uso de una bomba de calor eléctrica individual. Sin embargo, el despliegue de la calefacción urbana a las zonas rurales no sería tan competitivo, a no ser qque se aprovechen recursos propios de la zona, como la biomasa.
A la vista de los resultados del estudio, OCU, junto a las Organizaciones Europeas integradas en BEUC, pide que se tenga en cuenta el beneficio de los consumidores a la hora de diseñar las redes energéticas del futuro más cercano.
Los estados miembros y la UE deberían promover el cambio a las bombas de calor eléctricas, individuales o de tipo urbano, ya que será la solución más económica para los consumidores. En ningún caso deberían fomentar la dependencia del hidrógeno para calefacciones domésticas porque nunca saldrá rentable. Por ello, no es razonable que las próximas revisiones de las directivas y regulaciones sobre el gas marquen un objetivo de mezcla de hidrógeno en las redes de gas existentes. Los gobiernos nacionales deberían abandonar la pretensión de descarbonizar la calefacción mezclando hidrógeno en las redes de gas.
Gobiernos y autoridades locales deberían apoyar económicamente a los consumidores para instalar las bombas de calor eléctricas y mejorar la eficiencia energética de sus hogares. En el caso de los consumidores vulnerables, las subvenciones podrían llegar al 100% de la inversión inicial. Además, hay que garantizar el acceso a la financiación, pues los costes iniciales pueden suponer una barrera para muchos consumidores. Los estados miembros deberían introducir fondos de garantía para reducir el riesgo de conceder préstamos o hipotecas, de manera que los bancos puedan ofrecer mejores tipos de interés a los consumidores.
Todos los consumidores deberían tener acceso a un asesoramiento fiable y a una mano de obra cualificada. Frecuentemente, resulta difícil encontrar profesionales de confianza para llevar a cabo obras de renovación o sustituir los aparatos de calefacción o contar con un buen asesoramiento en estas obras. La Directiva de Eficiencia Energética debe exigir a los países que creen ventanillas únicas para asesorar a los consumidores sobre las reformas en casa o los aparatos de calefacción y ayudarles a encontrar trabajadores cualificados o ayudas financieras.
Los gobiernos y reguladores deberían garantizar que los consumidores tengan acceso a tarifas eléctricas y a recompensas económicas que les incentiven a calentar sus hogares de manera eficiente. La calefacción inteligente, con bombas de calor que trabajen en las horas de menor consumo, ayudarían a reducir el coste de la gestión de las redes eléctricas, pero hay que asegurar que estos beneficios se traducen en ahorros para los consumidores. Esto será cada vez más importante a medida que aumente la proporción de energía eólica y solar en el mix eléctrico. Los países deberían aplicar rápidamente las medidas de la Directiva sobre la electricidad, que ofrecen incentivos financieros a los consumidores para que utilicen la energía fuera de las horas punta, como ya se ha hecho en España desde junio de 2021 con el nuevo sistema de tarifas por cargos de la red, con tres tramos horarios.
Las normas de diseño ecológico (Directiva de Ecodiseño)no deben obligar a que todas las calderas de gas estén adaptadas para usar hidrógeno, porquees posible que el hidrógeno nunca llegue a ser una realidad para los consumidores y que esta funcionalidad les resulte inútil, por lo que solo se debería considerar como una prestación adicional.
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