“Mi única salida es la chatarra”

Migración

La recogida de metal es el modus vivendi de migrantes sin papeles: Ussumane confía en dejarlo pronto, pero su amigo Abdourakhane presagia que está condenado al carrito

Rosa M. Bosch

Barcelona

El hierro, a 0,18 céntimos el kilo; el acero inoxidable, a 0,70; los perfiles de aluminio, a 0,85; el latón, a 2,80 euros, y el cobre, a cinco. Estos son los precios que ofrecen en un almacén del barrio del Clot de Barcelona que adquiere metales a las personas que se dedican a recoger chatarra en la calle, como Ussumane Bodjam. La historia de Ussumane es calcada a la de los miles de migrantes subsaharianos, y de otros países africanos, que han llegado a Catalunya en los últimos años. Sin papeles, una de las opciones que exploran para ganarse la vida y enviar algo de dinero a sus familias es recorrer la ciudad en busca de este tipo de materiales. En su última salida, Ussumane ganó 40 euros gracias a lo que encontró dentro de contenedores y junto a edificios en obras.

“Mi única salida es la chatarra”

Ussamane, a punto de cumplir 28 años, puede considerarse ahora un hombre afortunado. Desde hace unos meses duerme en un piso que gestiona la oenegé Missatgers de la Pau, ha empezado a formarse y ve la luz al final del túnel. Pero no hace tanto pernoctaba al raso y en locales abandonados.

De Guinea Bissau a Barcelona

Ussumane recuerda el viaje inhumano que emprendió hace una década; en Libia acabó atrapado y extorsionado por las mafias

Mientras atraviesa el Clot con su carrito recuerda el viaje inhumano que emprendió hace una década desde Guinea Bissau. Un periplo por Senegal, Malí, Níger y el infierno libio, donde acabó atrapado y extorsionado por las mafias. Luego, se enfrentó a una peligrosa travesía para alcanzar Italia. Vivió varios años en Milán hasta que el azar lo llevó a Barcelona. El apoyo de Missatgers de la Pau le permite compaginar las clases con dos o tres tardes a la semana invertidas en la recogida de metales. Cada final de mes envía dinero a casa, a Guinea Bissau, para su padre y sus tres hermanos menores, todavía en edad escolar. Su madre falleció siendo él adolescente.

Ni el Ayuntamiento de Barcelona, ni el Departament de Drets Socials, ni la dirección general de Migracions de la Generalitat barajan ninguna cifra sobre las personas que podrían depender de la chatarra. El perfil mayoritario responde al de un hombre africano y sin documentación, que vive en espacios ocupados o en pisos en condiciones de hacinamiento. Aunque, tal como precisa José, el encargado del pequeño negocio del Clot que compra y venta estos residuos, “también vienen sudamericanos, magrebíes, rumanos y hasta españoles que traen cuatro tonterías para sacarse un euro y comprar una barra de pan”.

Babou Bassono, de la fundación Cepaim, calcula que son miles los migrantes que dependen de la búsqueda de residuos

“A causa de la presión policial y de la covid ha habido un trasvase de personas que antes se dedicaban a la venta ambulante y ahora recorren las calles con el carrito, y no solo en Barcelona”, apunta Babou Bassono, trabajador social de la fundación Cepaim. Bassono visita periódicamente y presta apoyo a migrantes que subsisten en asentamientos. “De las 150 personas que veo habitualmente, la mayoría recogen chatarra, creo que en el área metropolitana deben ser miles las que se ganan la vida así”, considera Bassono. Ya hace años, la Generalitat calculó en un mínimo de 100.000 el número de hombres y mujeres llegados de otros países y sin papeles. La ley de Extranjería prevé tres años de estancia en España, además de la oferta de un contrato laboral a tiempo completo de doce meses, para tramitar el permiso de residencia temporal por la vía del arraigo social.

Un elevado porcentaje de personas ya regularizadas pero en riesgo de exclusión, en algún momento, han recurrido a la chatarra y al 'top manta'

Lluís BlancoFundació Formació i Treball

El comisionado de Economía Social, Álvaro Porro, detalla que el Ayuntamiento de Barcelona ha promovido convenios con cuatro oenegés para encarrilar la inserción sociolaboral de 70 ciudadanos sin papeles. Una de ellas es la Fundació Formació i Treball (FiT), que ha contratado por un año a 20, ocho de los cuales se ganaban antes el sustento buscando residuos. Lluís Blanco, coordinador del equipo de Inserción de FiT en Sant Adrià, indica que “un elevado porcentaje de personas ya regularizadas pero en riesgo de exclusión, en algún momento, han recurrido a la chatarra y al top manta ”. El campo es otra alternativa que buscan los subsaharianos.

Cabe apuntar que el SOC dispone de una línea de subvenciones para fomentar la denominada contratación ACOL para migrantes sin papeles que cumplen los requisitos para iniciar el arraigo social. En el último ejercicio, esta vía benefició a 194 ciudadanos.

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