El viaje al más allá de los vikingos

La vida después de la muerte es uno de los elementos fundamentales de cualquier cultura. La mitología de los pueblos nórdicos en la Edad Vikinga reflejaba una gran variedad de conceptos relacionados con el más allá, que incluían diversos espacios físicos donde la existencia continuaba después de la muerte. Hel, Valhalla o Fólkvangr son algunos de estos lugares, que recibían tanto a humanos como a dioses.

Cronología

Bajo el signo de Odín

793

Primer ataque vikingo importante en Inglaterra, contra Lindisfarne, hecho considerado como el inicio de la Edad Vikinga.

834

En Oseberg (Noruega), dos mujeres, provistas de un espléndido ajuar, son enterradas en un barco que se cubre con un túmulo.

844

Primera incursión vikinga en la península ibérica. Una flota ataca Asturias, Galicia, Lisboa, Cádiz y Sevilla, entre otros sitios.

956

Harald Diente Azul erige una gran piedra rúnica en Jelling. En ella se jacta de cristianizar Dinamarca y unificarla con Noruega.

1066

Un ejército anglosajón derrota a otro de vikingos noruegos en Stamford Bridge (Inglaterra). Fin de la Edad Vikinga.

Siglo XIII

El islandés Snorri Sturluson recoge poemas, sagas y leyendas anteriores al siglo XIII y los pone por escrito.

«Confuso, el dios Balder se miró el pecho. Ahí, donde nunca nadie había podido causar herida, donde ningún filo de metal podía dejar huella, había quedado ensartada una lanza de madera como si fuese el mástil de un barco. A su alrededor, las caras de los demás dioses, tan llenas de sorpresa como la suya propia, comenzaron a desdibujarse. ¿Cómo era posible? Él, Balder, el único dios que se cree inmortal, herido de muerte por una humilde lanza de muérdago. Balder, entre resignado e incrédulo, comenzó el camino al más allá».

¿Adónde va un dios nórdico cuando muere? La breve narración anterior refiere la muerte de Balder, hijo de Odín y dios considerado tan bello y sabio como inmortal. Y, sin embargo, aun el único dios supuestamente a salvo de la muerte puede llegar a morir. Los demás dioses en Asgard –uno de los mundos de la mitología nórdica, en el que viven los dioses– mantienen su longevidad a través de las manzanas mágicas que comen, pero son tan mortales como cualquiera de los humanos que pueblan Midgard, el nombre del mundo de la humanidad. Y al igual que esa misma humanidad mortal, los dioses no comparten una única localización para el más allá: hay una gran variedad de posibles paraísos. Las creencias del pueblo vikingo sobre la vida después de la muerte fueron muy heterogéneas y cada individuo o familia pudo imaginar que esa etapa transcurriría en diversos espacios.

Hel, en el otro mundo

En el caso del dios Balder, su sorpresiva muerte lo lleva a las puertas de Hel, un submundo del que apenas recogemos retazos de información aquí y allí en las fuentes literarias nórdicas. En la gran sala que domina este submundo se sienta la diosa Hel, quien comparte nombre con el lugar que fue enviada a regir. En su trono se sienta, con la mitad de su cuerpo azul noche, para recibir a quienes llegan a su mundo. En el imaginario vikingo, a Hel llegan quienes mueren por enfermedad o vejez, lo que lo convierte en un destino bastante común, aunque queda claro con Balder que morir de un lanzazo también te lleva a sus puertas.

Balder recibe un sepelio digno de su elevado estatus y del gran amor que le profesaban los otros dioses. El cuerpo del difunto es acomodado en su gran barco y, junto a él, en la pira funeraria que quemará sus restos, también se deposita su caballo con sus hermosos arreos y diversos tesoros. Balder no arde solo en su pira: su mujer acaba también en ella, así como un pobre enano al que el dios Tor arroja a las llamas.

Este ritual funerario llevado a cabo por los dioses no es en absoluto diferente a ciertas costumbres funerarias de la Edad Vikinga. Al fin y al cabo, la mitología vikinga es un reflejo exacerbado y sobrenatural de las costumbres vikingas. La arqueología nos muestra tumbas en las que los difuntos fueron depositados en un barco vikingo, sobre el que luego se construyó un túmulo. Un ejemplo de este tipo de sepultura es la de dos mujeres de alta alcurnia en Oseberg (Noruega), cuyos cuerpos descansaban en un gran barco. Junto a ellos aparecieron objetos de tal valor que se puede decir que en estatus y lujo funerario las difuntas podrían competir con Balder. Entre otras cosas, la tumba contenía un ornamentado carro, trineos, gran número de caballos y otros animales, camas talladas en madera, objetos del hogar y de la granja, artilugios provenientes de otras partes del globo y unas esculturas en forma de animal bellamente talladas, que en su día pudieron adornar un trono o un barco.

Es posible que, igual que Balder acabó acompañado de su mujer y el enano, una de las difuntas de Oseberg, que gozaba claramente de un estatus social muy elevado, fuese acompañada por la otra mujer, relacionada con ella o una esclava. Esta tradición de enterrar a esclavos u otras personas con los difuntos está atestiguada tanto en otras tumbas como en algunas fuentes escritas.

Tumbas vikingas

El viaje al más allá de los vikingos

La variedad de tipologías funerarias en la Edad Vikinga es tan grande que encontramos enterramientos con cremación y sin ella, con cámaras funerarias, en tumbas rectangulares, con un gran ajuar que refleja la destacada posición social del difunto o sin ajuar alguno. La arqueología nos indica que existe una relación entre lo que se entierra junto al difunto y la importancia, la ocupación y la riqueza que esa persona tuvo en vida. Pero quizá también existe una relación entre el ajuar y su uso en el más allá. Los ajuares funerarios están repletos de animales, armas, barcos o carros, juegos de mesa y posiblemente esclavos. Los muertos, y más visiblemente los muertos con poderío económico y social, se dirigen a su más allá particular provistos de todo aquello que necesitan para mantener su estilo de vida en su destino final.

A veces, la manera en que es enterrada una persona puede guardar relación con el tipo de más allá al que accederá tras la muerte. En algunos casos, los muertos hallados bajo los túmulos no iban a ningún más allá regido por dioses, sino que pasaban la eternidad bajo el propio túmulo, seguramente entre los antepasados que también residían allí.

Un ejemplo de tal creencia queda recogido en la Saga de Njál, una saga islandesa medieval que en cierto momento cuenta cómo los personajes ven abrirse un túmulo y observan al difunto asomándose por la abertura para mirar la Luna. Pueden ver que bajo el túmulo brillan las luces y que el muerto está feliz y sonriente; tan feliz está que se pone a cantar una canción a viva voz.

Algunas veces, ese más allá en túmulos que se abren se ve reflejado, aunque a mayor escala, en la existencia de una vida tras la muerte que discurre bajo ciertas montañas. Un ejemplo de esta creencia es la montaña Helgafell («montaña sagrada», en nórdico antiguo), que se levanta en la península islandesa de Snæfellsnes. Los muertos celebraban un gran festín eterno debajo de esta prominencia rocosa, cuyo lado norte se abría en ocasiones, permitiendo que cualquier transeúnte contemplase cómo era la vida tras la muerte de los destinados a morar en Helgafell.

Montañas sagradas, túmulos funerarios… El respeto por este tipo de elevaciones en conexión con el más allá queda patente en la mitología, el folclore y las costumbres funerarias. En ocasiones, cuando los habitantes de una región encontraban túmulos preexistentes, reutilizaban estas estructuras para llevar a cabo nuevos enterramientos o como foco alrededor del cual se desarrollaban cementerios enteros. Esta utilización de los restos del pasado, tal vez asociados a antiguas leyendas, debía de resultar atractiva para individuos y estirpes. Porque ¿hay mejor manera de legitimar la posición social de tu familia que situando tu lugar de reposo en un lugar ya respetado y ligado inevitablemente a la historia y memoria de la región?

Valhalla, la sala de Odín

El dios nórdico más relacionado con la memoria es sin duda Odín, quien, sin embargo, ha cosechado más fama por estar a cargo del más celebrado más allá vikingo en el imaginario popular: Valhalla. Éste es el nombre de la vasta sala de Odín en Asgard, donde el dios se sienta a presidir los grandes banquetes con los que agasaja cada noche a los muertos que han sido escogidos.

Se trata de una sala gigantesca, con las vigas del techo hechas de lanzas, paredes llenas de escudos y largos bancos que rodean la estancia principal cubiertos de cotas de malla. Ya por el tipo de ornamentación se puede adivinar que se trata de un lugar reservado para personas duchas en el combate. Pero no todos los guerreros o guerreras van a Valhalla. Sólo quienes han muerto en batalla pueden acceder a este más allá y, de entre ese número, sólo la mitad irá a Valhalla.

Las encargadas de seleccionar a los habitantes de esta sala son las valkirias, seres que bajan a los campos de batalla para elegirlos y transportarlos a su nuevo destino. En Valhalla, los einherjar –pues así se llaman los miembros de este ejército odínico–pasan el día entrenándose para una gran batalla que, según fue profetizada, tendrá lugar al fin del mundo. Por las noches, los einherjar regresan de sus ejercicios de lucha para pasar la velada comiendo jabalí asado y bebiendo el hidromiel que portan las valkirias y que mana de las ubres de la cabra mitológica Heidrún, que pasta en el tejado de Valhalla. El jabalí en cuestión es un manjar eterno que revive cada noche y se cocina para los hambrientos einherjar.

Los otros paraísos

Valhalla es un destino glorioso, pero no es el único destino glorioso para una persona guerrera. La diosa Freya también acude al campo de batalla y recibe en su sala a la otra mitad de quienes mueren en combate. El dominio de ultratumba de Freya, Fólkvangr, no se ha hecho tan popular en tiempos modernos como el de Odín, pero en el mundo nórdico ambos dioses se repartían el mismo tipo de difuntos.

Parece ser que también algunas mujeres que no eran guerreras creían que se dirigirían a Fólkvangr tras morir, como podemos ver en la Saga de Egil, una saga medieval islandesa que narra la vida del vikingo Egil. En la saga, la hija de Egil anuncia en cierto momento que planea morir de hambre, y para ello no probará bocado alguno hasta que esté sentada en la sala de Freya.

Otros dioses y diosas, Tor incluido, tenían también sus grandes salas en Asgard, y es posible que existiesen también opciones de vida tras la muerte en sus salas, aunque casi nada sabemos de ello. En algunas tumbas de mujeres y hombres se han encontrado anillos grandes de hierro de los que penden colgantes con la forma del famoso martillo de Tor. Estos anillos, que se situaban alrededor de las urnas con las cenizas, se eligen como ajuar funerario para mostrar una conexión con Tor aun después de la muerte.

Muchos más allá

Como podemos ver, las creencias de los vikingos sobre el mundo de ultratumba eran muy diversas. Podemos asumir que, en general, la población estaba familiarizada con múltiples formas del más allá regidas por los propios antepasados o por los dioses, ya se localizaran en el mundo de Asgard o bajo túmulos y montañas. Con todo, cabe pensar que las ideas sobre la existencia ultraterrena de cada individuo dependerían de su contexto familiar, su posición social, su estilo de vida y el lugar donde pasó sus días, entre otras cosas. La sociedad vikinga era tan plural como los caminos que sus miembros seguían tras la muerte.

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Niflhel, el destino de los criminales

Dos estrofas del poema Völuspá, cuya narradora es una völva, profetisa y sabia, hacen entrever que los criminales acaban en Niflhel, una parte de Hel, donde son torturados. «Vi una gran sala, lejos del sol, / Que en la Orilla de los Muertos se yergue, / sus puertas mirando al norte. / A través del hueco del humo caen gotas de veneno / pues serpientes rodean las paredes de la sala. / En ríos salvajes vi vadear / a traidores y asesinos, / embaucadores y mujeres. / Allí la gran serpiente Nidhogg se bebe la sangre de los caídos / y el lobo destrozaba la carne humana».

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Las valkirias, guerreras de Odín

Las valkirias han pasado a nuestro imaginario a través de medios audiovisuales como el cine o el cómic –especialmente influenciados por El anillo del nibelungo, el famoso ciclo operístico de Wagner– y se han convertido en unos de los personajes mitológicos más populares de nuestros tiempos. Mujeres cabalgando por los cielos en caballos alados, vestidas con armadura y casco… Pero ¿fueron como las imaginamos? La palabra valkiria significa «la que escoge a los muertos en batalla». Las valkirias no deciden quién vive y quién muere, pues esto es cosa del destino tejido por otros entes mitológicos, las nornas. Pero sí eligen de entre los caídos quién irá a Valhalla, el más allá liderado por Odín. En varias de sus apariciones literarias portan armas y cota de malla, con una clara conexión guerrera. También montan a caballo, aunque de caballos alados no habla ninguna fuente. El caballo alado es una invención moderna, al igual que los cascos con alas o cuernos y las rubias trenzas con que las hemos imaginado durante mucho tiempo.

«Portan cerveza a los einherjar». Con esta frase, el poema Grímnismál añade otra función a la valkiria en Valhalla. Allí, en los banquetes que todas las noches celebran los guerreros que han pasado el día luchando, las valkirias portan cuernos de cerveza y cuidan de la vajilla y los recipientes para beber. No es extraño que se mencione esta labor, pues los recipientes de cristal de importación eran uno de los más grandes lujo de la sala de un líder, y las vidas mitológicas de dioses y diosas reflejan la vida aristocrática. El concepto de valkiria se acerca así a dos grandes ideales vikingos: guerreras de día, anfitrionas de noche.

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Gerdrup, ¿zombis vikingos?

En algunos enterramientos de la Edad Vikinga se colocaron pesadas rocas sobre el difunto, como en la tumba de Gerdrup (Dinamarca) donde fueron enterrados un hombre y una mujer. Ésta yace al lado de una lanza y tiene dos grandes piedras encima. ¿Había quizá miedo a que algunos difuntos pudiesen volver a levantarse? En la cultura vikinga se creía en algo parecido a los zombis: el aptrgangr o draugr, que salía de su tumba para amenazar e incluso matar a quien se cruzase por su camino. ¿Es posible que el miedo a que el difunto se convirtiese en draugr hiciese cubrir a algunos difuntos con losas?

Para saber más

Ensayo

Mitología nórdica.

Enrique Bernárdez.

Alianza, Madrid, 2017.

Ensayo

Eso no estaba en mi libro de historia de los vikingos.

Irene García Losquiño.

Almuzara. Córdoba, 2020.

Ensayo

Edda menor.

Snorri Sturluson (traducción de Luis Lerate).

Alianza, Madrid, 2016.

Este artículo pertenece al número 205 de la revista Historia National Geographic.

Para saber más

Mujeres vikingas, las damas del norte

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