Joan Collins: "Hay mucho en mi libro que tiene mala leche, ¡pero es la verdad!"

La sala de estar de Joan Collins es exactamente como querrías que fuera: mucho oro, abundantes y maravillosas obras de arte en las paredes, la sensación de que te encuentras donde antes han estado múltiples y glamurosos invitados. Me ha dejado entrar Percy Gibson, el brioso esposo de Collins, que posee una especie de atemporalidad muy de Hollywood, pero en realidad tiene 56 años; la pareja está a punto de celebrar su vigésimo aniversario de boda. Me lleva hasta la sala y se marcha.

Confieso que estaba nervioso ante la idea de reunirme con Collins. Entre mis primeros recuerdos de la infancia están mis padres viendo Dinastía, como hacía todo el mundo por aquel entonces, y que ocasionalmente me permitían quedarme hasta tarde y verla con ellos. Recuerdo cómo Alexis Carrington, interpretada por Collins, llenaba la pantalla con su gélida presencia, y cuando de pequeño leí las obras de C.S. Lewis, la Bruja Blanca tenía el rostro de Collins.Tal vez no sorprenda entonces saber que nuestra reunión no empieza con buen pie. Me he sentado al final de un sofá verde de terciopelo. Collins, de 88 años, inmaculada, resplandeciente, entra en la sala como una aparición, vistiendo pantalones negros, zapatillas de terciopelo y una camisa de seda bordada con lirios negros. Está imposiblemente glamurosa, su pelo de un brillante negro, en apariencia más joven que su esposo (quien de hecho parece más joven de lo que es). Mientras que la observo, asombrado, me dice con su profunda y sonora voz que me aleje. Ligeramente devastado, me levanto para sentarme en una silla a una distancia respetuosa. «Estoy exhausta –explica–, y seguimos manteniendo la distancia social». Ella y Gibson han ido al teatro tres veces esta última semana. «Fuimos ayer a ver Mamma Mia! y llegamos a casa casi a la una de la mañana. Fue maravilloso. Casi de vuelta a la normalidad.Y se podía palpar que todo el mundo estaba contento por estar allí».

Collins parece infatigable. Tiene 255.000 seguidores en Instagram, donde sube principalmente imágenes de sí misma en una variedad de escenarios. Y está a punto de publicar su decimonoveno libro: My Unapologetic Diaries, una punzante, divertida, en momentos conmovedora rememoración de sus años desde dejar Dinastía en 1991 hasta el presente. «Escribo diarios desde los 12 años –cuenta–.Tengo docenas de ellos llenos de escritura diminuta. Pero empecé estas memorias porque alguien me regaló una de esas grabadoras Dictaphone y pensé: “Oh, bueno, Dinastía se ha acabado, y es el fin de una era, así que empezaré a escribir sobre lo que sea que viene ahora”. Grabé mis pensamientos al volver de fiestas o del trabajo y no pensé que nadie fuese nunca a leerlo. Hay mucho ahí en lo que divago medio borracha, o cuento que tengo la gripe o dolores de cabeza. Espero que hayan quitado las cosas aburridas. Pero también hay un material realmente maravilloso, algunas fiestas fabulosas –famosas, aristócratas, la realeza–». Algunos fragmentos, hay que decirlo, son muy despiadados. Jay Leno es “uno de los hombres menos graciosos del país”; Raquel Welch “no es precisamente esbelta”; Steven Seagal es “un gilipollas”. «Oh, ya paso de la edad en la que necesite ir con remilgos –asegura–. Hablar con la grabadora me pareció algo de lo más amistoso. Y de aquella yo no tenía pareja. Tenía un novio llamado Robin, a quien menciono brevemente y de manera bastante desafortunada. Le dije al editor:“¿Debería quitar esto?” y me respondió: “No, es la verdad”. Mira, hay mucho en el libro que tiene mala leche, ¡pero es la verdad! Así es un diario. Escribes lo que ves y lo que sientes».

Le señalo un momento particularmente punzante –sobre Glenn Close como Cruella de Vil en 101 Dálmatas, sobre la cual dice “es horrible... La interpreta como carente de humor y sin una pizca de vulnerabilidad. En resumen, el bostezo del año”–. «¡Quería ese papel! –grita Collins–. ¡Me lo habían prometido!». Y sin duda habría sido una DeVil perfecta. Hablo con Collins el día después de la muerte de Michael Nader, quien interpretó a Dex Dexter, su amor intermitente en Dinastía. «Era uno de los hombres más atractivos de la televisión –afirma Collins–. Solía enfadarme porque los guionistas hacían que le dejase constantemente. Durante el rodaje teníamos mucho contacto, pero lo perdimos después de acabar la serie. Perdí el contacto con todo el mundo excepto Emma Samms y Stephanie Beacham».

Jem Mitchell

Joan Collins:

El diario narra los últimos días de Dinastía, cuando le dijeron a Collins, quien acababa de conseguir un sustancioso aumento, que debido a dicho aumento solo iba a poder aparecer en la mitad de los capítulos de lo que iba a ser la última temporada de la serie. «El final resultó ridículo –comenta–. Nos reímos mucho. A Emma se la lleva una nave espacial. A mí me tiran por una barandilla y vuelvo como si nada. Era todo una estupidez. Fue porque el nuevo responsable de la serie la odiaba. Odiaba la ropa, odiaba el glamour, odiaba el hecho de que teníamos orquídeas de verdad. Quiso cargársela, y lo hizo». Joan Collins nació en Londres en 1933, hija de Elsa, profesora de danza, y Joseph William Collins, agente de talentos entre cuyos clientes estarían más adelante los Beatles, Shirley Bassey y Tom Jones. Estudió en la RADA (Royal Academy of Dramatic Art) y firmó con los Estudios Rank a los 17 años. Protagonizó 75 películas y docenas de series, así como numerosas producciones en Broadway y el West End.«Mi padre era agente y siempre nos rodeaban las estrellas británicas. No es como si yo fuese una niña de campo –declara–. Cuando fui a Hollywood tuve un novio que era hijo de Charlie Chaplin, quien era muy amigo de Gene Kelly, quien era muy amigo de Jay Cantor, que era el agente de Marlon Brando y Paul Newman. De inmediato me vi metida en esa vorágine social. Nunca pensé mucho en eso. Era como Escarlata O’Hara –“Ya lo pensaré mañana”– así que es ahora recordando que la gente me dice:“¿Conociste a Brando, trabajaste con Bette Davis?”y me doy cuenta de que lo di por sentado».También se codeó con la Familia Real, por quien siente un gran afecto. En su libro escribe conmovedoramente sobre la muerte de la princesa Diana, sobre el golfo que se abrió en su vida. «No voy a decir nada en contra de Meghan –afirma–, pero creo que quien quiera que sea quien esté haciendo lo que se está haciendo ahí está dañando realmente a la Familia Real. Odio decirlo, pero temo por el futuro. Cuando su Majestad fallezca será el fin de una era. La hemos tenido siempre en nuestras vidas como líder del Estado. No quiero decir nada más porque será sacado de contexto». Hablamos de Hollywood y de cómo ha cambiado en los últimos años. «Su estrella se ha difuminado –sentencia–. Pero es que ¿has visto qué películas están sacando?», me pregunta con una mirada fulminante.

Está también la sombra creada por los crímenes de Harvey Weinstein y demás, el hecho de que para muchas jóvenes actrices era más un lugar de terror y trauma que una fábrica de sueños. «Estaban todos involucrados –dice mencionando indiscretamente a otros dos famosos directores–. Así eran las cosas». Se pregunta si la industria ha perdido algo en sus ansias de reparar su imagen. «Somos animales sociales y queremos poder decir: “Vaya, estás muy bien con ese vestido”. Pero ya no puedes hacerlo. No puedes hacerle un cumplido a una mujer por su pelo o por su maquillaje. Se cancela a la gente por ser demasiado cariñosa, por dar demasiados abrazos. Yo soy lo opuesto. Odio que me toquen. Ahora con la COVID-19 es maravilloso porque puedo decir: “No, por favor, no me toque”». En la parte positiva, cree que la industria tiene menos prejuicios por la edad. (Uno de los temas que emergen con fuerza de su libro es su apenas disimulada furia por no ser considerada para ciertos papeles debido a su edad). «Nicole Kidman habla muy bien del tema –apunta–. Recibí muchas críticas porque tenía 48 años cuando empecé en Dinastía. Críticas también cuando hice El semental (1978) porque me desnudé. Críticas cuando hice Playboy». Collins ha reído la última, y sigue trabajando. «No recibo miles de guiones, pero estoy muy orgullosa de actuar desde hace 70 años y no he trabajado solo cuando lo he querido así.Aun así, tuve la suerte de poder hacer Dinastía. El estudio pensaba que era muy vieja y querían desesperadamente a Jessica Walter. Acaba de morir, pobrecita», añade, con una sonrisa. Dejo a Dame Joan. Está planeando viajes al extranjero, revisando guiones de cine y teatro, llamando a Rupert Murdoch para conseguir material gráfico para un documental de la BBC sobre su vida. Siempre en movimiento y feliz de estarlo. Una lección para todos de que una edad avanzada no significa unos horizontes más pequeños.

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