Los robos de joyas reales más sonados de la historia: de la corona de Carlos IX al diamante azul de María Antonieta

A lo largo de la historia, los joyeros de la realeza han sido protagonistas de grandes robos. Auténticos tesoros para los ladrones que ven en estas joyas de incalculable valor, no solo por sus famosos propietarios sino también por su lujosa composición, un botín de película. Los robos de joyas reales más sonados de la historia: de la corona de Carlos IX al diamante azul de María Antonieta Los robos de joyas reales más sonados de la historia: de la corona de Carlos IX al diamante azul de María Antonieta

Sin embargo, estos hechos no han acontecido únicamente en el pasado (muchos de ellos guardándose en secreto), sino que también se han producido más recientemente. Así, aunque imaginamos las extremas medidas de seguridad que deben contar el joyero de Máxima de Holanda o las joyas de la reina Letizia, en algunos caso esto no ha sido suficiente. Siendo algunos de ellos realizados por ladrones de guante blanco pero otros por saqueadores más burdos o incluso nobles.

Comenzamos con uno de los robos de joyas reales más recientes. El pasado mes de mayo de 2021 se sustrajo una reliquia de la monarca María Estuardo. El 8 de febrero de 1587, la reina escocesa subió al cadalso del castillo de Fotheringhay por una supuesta conspiración contra su prima, la reina Isabel de Inglaterra. Un acto en el que portaba un valioso rosario entre sus manos, que fue robado este marzo en el castillo de Arundel, al sur de Inglaterra.

No fue la única pieza sustraída, ya que, al llegar la policía por el aviso de la alarma, los ladrones también habían logrado llevarse varias copas de oro que se usaron en la coronación de la reina Estuardo y otros objetos adornados con piedras preciosas. Por lo que, dada la fama histórica de los mismos, se teme que hayan sido desmontados en piezas para venderse por separado.

Una práctica muy común que horroriza a los historiadores, pero que ayuda a colocar estas joyas en el mercado. Al tratarse de famosos adornos es muy difícil que se logren vender, por el miedo a ser rápidamente reconocidos por alguien. Lo que precisamente también se temía en un robo ocurrido en la Casa Real de Suecia.

Nos remontamos al año 2018, cuando dos coronas del Tesoro Real de Suecia fueron robadas de una exposición en la catedral de Strängnäs, situada en la misma ciudad. Se trataba de la corona funeraria del rey Carlos IX y de su mujer, la reina Cristina, originales del siglo XVII. Además, los cacos se llevaron un orbe real, la tradicional representación del globo terráqueo y varias joyas de adorno. Un robo que sigue sin resolverse, aunque por suerte se recuperaron las joyas, tras encontrarlas tiradas por varias papeleras de Estocolmo por un chivatazo.

Por desgracia no es la primera vez que ocurre a los royals escandinavos, ya que seis años antes habían sustraído a la princesa Cristina varias joyas en el Palacio Real de Estocolmo. La hermana del rey Carlos Gustavo reside en unos apartamentos dentro del palacio con su marido, y allí guardaba en una caja fuerte piezas que había heredado de sus padres.

Sin embargo, tras regresar de una fiesta vieron que no estaban, dando la voz de alarma. La policía sueca descubrió que el autor del robo había sido un joven acogido por la pareja real, que había vendido las joyas desmontadas por solo 1.000 euros (siendo su valor mucho más alto). Además, la tiara más lujosa de la princesa Cristina fue tirada a uno de los canales de la ciudad, ya que el detenido temía que fuera rastreable.

Hablando de robos de joyas reales, parece que la peor opción no siempre es que te detengan. Así al menos se extrae de la maldición que parece cernirse sobre el diamante azul de Luis XIV y María Antonieta. Conocido también como diamante Hope o Tavernier Blue, se encontró en una mina de la India en el siglo XVII. Una piedra preciosa única que fue adquirida por el comerciante Jean-Baptiste Tavernier.

Los robos de joyas reales más sonados de la historia: de la corona de Carlos IX al diamante azul de María Antonieta

Aunque, según la leyenda y refleja Susanne Steinem en su libro 'Blue mystery: The story of the Hope Diamond', también hay quien cree que esta joya fue tallada por una antigua deidad del Sol. Más allá de su origen mundano o divino, la realidad es que Tavernier se lo vendió al rey Sol (curiosamente), Luis XIV de Francia, quien lo usaba como una de sus joyas favoritas. Sin embargo, tras su muerte quedó en una pausa, hasta que el rey Luis XVI se lo regaló a su mujer, la reina María Antonieta.

La maldición del diamante azul

Formando parte del Tesoro Real de Francia, tras la Revolución francesa fue robado. No terminó aquí su periplo, ya que al no pedir las autoridades galas su regreso, terminó en manos de un traficante de diamantes llamado Daniel Eliason, volviendo a la vida pública en el siglo XIX como parte de la colección privada de gemas de Henry Phillip Hope, como narra la profesora de la Universidad de Toronto Marian Fowler en su libro 'Hope: Adventures of a diamond'.

A partir de aquí comienza a ampliarse su leyenda, ya que las desgracias ocurridas a Hope y sus descendientes fueron atribuidas a una maldición del diamante. Además de empezar a recordarse las penurias de otros dueños del Tavernier Blue.

Su primer portador, el mercader Tavernier, terminó en la quiebra y murió de frío entre la pobreza en Rusia; la única de las amantes de Luis XIV que lo lució (madame de Montespan) cayó en desgracia para el rey, y la decapitación de María Antonieta tampoco ayudó a su fama.

Años después, llegaría a manos del príncipe ruso Iván Kanitowski, que se lo regaló a su amante Lorens Ladue, asesinada días después de recibirlo. Un sinfín de casualidad o realidades que han llevado a que este diamante azul robado de la corte francesa haya alcanzado una fama aún mayor. Ahora mismo, desde 1958, se puede disfrutar de él en Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana de Estados Unidos.

Saltamos de la Corte de Francia a la Corte Real de España para hablar de la famosa perla Peregrina. Una joya que sigue generando debate entre los expertos, ya que hay diversas teorías sobre su origen y sobre todo su destino.

A pesar de su esencia viajera, ya que fue descubierta en Panamá alrededor de 1515, su nombre de Peregrina le viene del significado que este adjetivo tenía en el castellano antiguo: raro y especial. Así, desde tiempos de Felipe II se convirtió en una de las joyas más especiales de la familia real española y de toda Europa.

Sin embargo, con la llegada de Jose I (el hermano de Napoleón Bonaparte) durante la invasión de España de Francia, esta perla pasó a manos de su mujer, la reina consorte Julia Clary. Así, aunque jamás llegó a pisar tierras españolas, su marido sí le hizo llegar a Francia el joyero real, donde sobresalía la Peregrina.

Sin embargo, tras su derrocamiento, y con la llegada de los Borbones de nuevo al trono, esta no devolvió estas joyas, sino que partió con ellas a Estados Unidos, donde vendió la mayoría de joyas, aunque no la perla. Esta joya pasaría tras su fallecimiento a su sobrino Carlos Luis Napoleón-Bonaparte (futuro Napoleón III), quien después de exiliarse en Inglaterra vendió la famosa perla en 1848 al marqués de Abercorn.

La perla Peregrina pasó entonces por diferentes manos, Alfonso XIII intentó hacerse también con ella como regalo para la reina Victoria Eugenia aunque tuvo que conformarse con comprar otra similar, hasta que en 1969 saltó de nuevo al ojo público en una subasta en la que Richard Burton la compró por 37.000 dólares para regalársela a Elizabeth Taylor.

La actriz la lució en múltiples ocasiones, incluso en películas como 'Ana de los mil días' y tras su fallecimiento se subastó en la sala Christie's de Nueva York por nueve millones de dólares.

La tiara Portland

A pesar de que algunos robos son cometidos por reinas, como el mencionado caso de Julia Clary, lo más típico es que sean ladrones de guante blanco quienes obren estos hurtos. Precisamente así ocurrió con el 'tesoro nacional' de Gran Bretaña, como denominó a la tiara Portland Richard Edgcumbe, del Museo Victoria and Albert de Londres.

Una preciosa diadema que el sexto duque de Portland, William Cavendish-Bentinck, encargó en la joyería Cartier como regalo a su mujer para acudir a la coronación de Eduardo VII y la reina Alexandra (princesa de Dinamarca), bisabuelos de la reina Isabel II​. Una pieza de orfebrería muy especial que contaba con todo tipo de piedras preciosas, siendo el más especial el Portland Diamond (diamante Portland).

Valorada en casi 4 millones de euros, la famosa tiara fue pasando de generación en generación hasta que Ivy Cavendish-Bentinck la cedió a su fundación Harley Gallery and Foundation en Welbeck en 1977 junto a un broche de diamantes a juego. Un escenario del que fue sustraía el 20 de noviembre de 2018, cuando una banda criminal estrelló contra el museo un Audi A5 para después romper las vitrinas blindadas que protegían la famosa tiara y el broche Portland.

Un golpe que sucedió en menos de 90 segundos. A pesar de que 13 personas fueron detenidas en relación con este robo, la tiara Portland y el broche no han sido recuperados. De nuevo porque "es una pieza tan conocida que no se podrá vender públicamente de forma fácil", explicaron expertos joyeros a la BBC apostando por que habría sido despiezada para vender los diamantes sueltos.

El peculiar caso de Céphas Bansah también nos lleva a unas coronas robadas. El rey de los Gbi de Hohoe, una tribu de unas 200.000 personas perteneciente a Ghana de la etnia ewé, es conocido como el monarca mecánico. Al realizar un intercambio estudiantil en Alemania conoció a su mujer, Gabrielle, y decidió asentarse en el país.

Sin embargo, tras la muerte de su abuelo y la imposibilidad de su padre y de su hermano mayor de ser nombrados jefes de la tribu por ser zurdos (lo que está visto como un símbolo de falta de honradez en su cultura) fue nombrado nuevo monarca de los Gbi de Hohoe.

Un hecho que no le llevó a abandonar Alemania, ya que piensa que puede conseguir más fondos así para ayudar a su pueblo. Desde allí se conecta por Skype todos los días cuando termina su trabajo como mecánico de coches y profesor de este oficio. Un monarca desconocido para la mayoría del público que no le evitó sufrir un robo.

Mientras él y su familia disfrutaban de una función teatral en la ciudad de Ludwigshafen am Rhein, donde residen, alguien entró en su casa y le sustrajo cuatro coronas de oro. Un trofeo valorado según la policía germana en unos 20.000 euros.

Un listado de robos famosos relacionados con la realeza que también incluyen la desaparición de los diamantes de la emperatriz Sissi o la desaparición de valiosísimas joyas del XVIII de Federico-Augusto, príncipe de Dresde y rey de Polonia, cuando se encontraban en la Colección Estatal de Arte de Dresde. Sin olvidarnos del robo de joyas y relojes que sufrió Mohamed VI.

Todas ellas piezas de gran valor económico, pero también histórico, artístico y sentimental que han protagonizado robos de película. Sean misterios sin resolver o resueltos, lo que parece claro es que desde hace siglos los joyeros reales son un botín muy tentador para los ladrones.