Concha Márquez Piquer, los detalles de su divorcio de Curro Romero

Desde el día en que Evita Perón le salvó la vida de un tifus hasta el premonitorio viaje en el coche de Nino Bravo a toda velocidad por Madrid. Desde cómo García Márquez se inspiró en ella para un personaje de El amor en los tiempos del cólera a aquel feo que no logra olvidar de Concha Velasco. Concha Márquez Piquer, que ha muerto a los 75 años, quiso resucitar de su memoria los pasajes más destacados de su azarosa existencia en su biografía, Yo misma (Ed. Letra Clara). Una vida repleta de privilegios y amistades geniales como Orson Welles o Picasso, en la que el desamor dejó una impronta imborrable. Quizá por ese motivo la hija de doña Concha Piquer se recreó con claridad y concisión en el nacimiento, clímax y muerte de su matrimonio con Curro Romero, convertido en leyenda del toreo durante su relación.

Conchita desliza con nostalgia el primer día en el que le contó a su padre, el también torero Antonio Márquez, que quería pasar por el altar con el que más tarde sería llamado El Faraón de Camas. Su "no" fue tan rotundo y sonoro que ésta planeó fugarse con Curro. Era una adolescente (su primer beso con él fue a los 15 años), pero con ideas maduras y ambiciosas, tanto que buscó la bendición de la Iglesia para convencer a su progenitor.

A doña Concha y a su marido no les quedó otra opción que transigir con la decisión de su hija, que no alcanzaba tan siquiera los 17 años. Al final, se casaron en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid. Concha Márquez llegó tarde porque se había olvidado el ramo hecho de azahar en casa. Hubo que llamar al cerrajero y forzar la puerta ya que todos estaban en la iglesia, esperando impacientes a la novia. "

Al final me sacaron en volandas con una lipotimia, ya que me había bajado la tensión al haber estado sin comer todo el día, y nos fuimos al Hotel Wellington, donde se daba una cena para los más de 1.300 invitados", dice en sus memorias.

Concha Márquez Piquer, los detalles de su divorcio de Curro Romero

Para entonces, el padre de Concha se convirtió en el apoderado de Curro Romero. Le regaló una montera con su nombre y le prestó el fundón con sus estoques hechos por el maestro Luna "espadas (...) que espero recuperar en su momento porque me pertenecen como legado de mi padre". Más tarde, Márquez Piquer habla en su libro de un acontecimiento que tiñó de gris sus primeros días como mujer casada: el robo de la caja de seguridad de un hotel de Cali del broche de brillantes que le había regalado su padrino de boda, "adquirido en la joyería Aldao y del que tan sólo conservo su imagen en una fotografía". Lo suyo con el torero duró 17 años, tuvieron dos hijas y se tuvieron que enfrentar a la muerte de una de ellas, Coral, a la que Márquez estaba muy unida y a cuyo bautizo acudieron desde Audrey Hepburn a Lola Flores o Yul Brynner junto a su esposa. Concha pone palabras a sentimientos indescriptibles. Incluso habla de las posteriores infidelidades de Curro sin ningún pudor. "Ponérmelos, sí que me los puso, pero muchos años después de casarnos". Sobre las presuntas parrandas interminables de él, que precipitaron una ruptura inevitable, tampoco se corta.

"Las juergas flamencas de Curro duraban dos y tres días (...) Y cuando no, partidas de póquer interminables. Lo del póquer era, más o menos, soportable porque al fin y al cabo le tenía en casa, pero ¿y cuándo tenía que ir a buscarle a algún tablao preocupada porque se había prolongado más de lo normal?".

La cosa se pone interesante cuando Márquez relata cómo fue su separación de Curro: "Un día, después de muchas situaciones desagradables, sospechas de infidelidades y demás, hablamos de ello en el comedor de la Castellana (...) A pesar de aquello, Curro siguió viviendo en otra habitación más de un año, resistiéndose y negándose a irse (...). Ante su actitud me fui a ver a Luis Zarraluqui e inicié los trámites del divorcio". La hija de la que fuera máxima expresión de la canción popular en la posguerra no se priva de dar detalles. "Debo añadir que por parte de Curro no hubo ninguna magnanimidad, ya que incluso llegó a poner precio a las joyas que me había regalado, así como a un dibujo que Picasso" les había regalado a los dos.

Otro de los puntos calientes del libro es aquel en el que Concha Márquez Piquer pone los puntos sobre las íes sobre su comentado proceso de nulidad matrimonial con el padre de dos de sus tres hijas. "La verdad es que yo no le había negado absolutamente nada, porque está meridianamente claro que yo no tengo potestad para dar o negar la nulidad a ningún matrimonio, ni siquiera al mío, cuando es un tribunal, el de la Rota, quien tiene que pronunciar una sentencia en un sentido o en otro. Yo me había limitado a contestar con la verdad cuando se me preguntó. Ya sé que si los ex cónyuges se ponen de acuerdo y les cuentan mentiras a los monseñores que forman ese Tribunal pueden llegar a obtener una sentencia de nulidad según su conveniencia. Pero a mí en ningún momento se me dijo nada".

También hay espacio para su segundo marido, el actor Ramiro Oliveros, padre de su tercera hija, Iris. Se conocieron en 1980 en una fiesta organizada por Jean Louis Mathieu en el casino de Santander y se casaron dos años más tarde

Su historia dura hasta la actualidad. "Yo, la verdad, no sé si la unión de Curro con su actual esposa es perfecta. No me incumbe. Yo les deseo -ya lo hice públicamente en televisión el mismo día de su enlace- que sean felices muchos años. Lo que sé de sobra es que la unión de Ramiro y yo no adolece de nada por el hecho de no haberla santificado por la iglesia. ¡Y llevamos casi 32 años de feliz matrimonio", relata en el libro.

Yo misma es una gran compilación de experiencias de una época ya pasada en la que Concha Márquez Piquer se convierte en la protagonista de una vida privilegiada, con sus alegrías, sus penas, sus filias, sus fobias, amigos, enemigos... siempre bajo el influjo de una madre poderosa, Doña Concha Piquer.


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