Así hizo Anne Hathaway de la discreción su mejor aliado en Hollywood

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Anne Hathaway, que guarda con celo su vida privada, ha logrado consolidar un ‘look' discreto y luminoso a lo largo de sus más de veinte años de carrera

Por Paloma Abad

“No puedes cambiar el pasado, pero puedes aprender la lección”, decía Anne Hathaway (Brooklyn, 1982) en una de las entrevistas promocionales de Alicia en el país de las maravillas [la versión de Tim Burton, de 2010, donde era la Reina Blanca], para luego añadir: “Más concretamente, no te depiles las cejas. El otro día vi una foto mía de cuando era adolescente, y las tenía increíbles, y luego me las hice muy delgadas y me costó muchísimo que volvieran a crecer, pero nunca volvieron a ser como estaban al inicio. Así que lo mejor es no depilárselas, esperar a ser un poco más mayor y ver qué te funciona en las cejas".

La actriz estadounidense, que saltó a la fama global encarnando a Mia Thermopolis en Princesa por sorpresa (Gerry Marshall, 2000), a la que, por cierto, también le depilaban las cejas para convertirla en una digna heredera real, se consolidó como estrella gracias a su participación en El diablo viste de Prada (David Frankel, 2006). Allí se convirtió en Andrea Sachs, la sufrida asistente de una revista de moda que (¡oh, casualidad!) también pasa por un interesante proceso de cambio estético. Quizá por eso, mucha gente relaciona a Hathaway con esa vecina normalita del colegio que, de un día para otro, se convierte en cisne. Pasito a pasito, cambio a cambio, con la discreción por bandera.

Hathaway es ese cisne cargado de naturalidad que, sin embargo, no escatima recursos ante las exigencias del guion. ¿Que toca cortarse el pelo para llevarse un Oscar? Se hace, sin ningún tipo de pudor, aunque luego se arrepienta. Para encarnar a la Fantine de Los miserables (Tom Hooper, 2021) se deshizo de su envidiable cabellera castaña. Lo que creía que sería una anécdota, resultó en drama: “No esperaba que fuera algo importante, porque había sido idea mía. He dado volteretas inversas a través de las ventanas, he saltado de edificios… y cortarme el pelo me llevó a unas lágrimas nivel paciente de institución mental. Estaba inconsolable”, decía entonces en Live! with Kelly.Efectivamente, lo suyo no es cambiar de estilo (tiren de hemeroteca y verán). Se siente cómoda cuando lleva media melena con una suave ondulación, sombras ahumadas (con perfilador de cejas, una buena máscara de pestañas que amplifique la mirada y eyeliner negro) y un labial rosa o nude.

Así hizo Anne Hathaway de la discreción su mejor aliado en Hollywood

Es tal su pánico a los cambios que después de dar a luz a su primer hijo, en 2016, al regresar a un set de rodaje (Ocean's Eight, de Gary Ross, estrenada en 2018) se sentía absolutamente insegura de sí misma. “Una de las cosas buenas de llevar tanto tiempo en este negocio es que he superado la presión por la apariencia estética que se presupone de una actriz. Ya no me fustigo por ello. Pero después de que naciera mi hijo, tardé en perder peso y estaba en una talla superior a la que normalmente llevo. El director me dijo que era estupendo, que teníamos muchas mujeres en la película y teníamos que tener la mayor variedad de cuerpos que pudiéramos tener, algo que me alivió escuchar. Pero entré al set y simplemente no podía dejar de ser consciente de mi subida de peso. ”Estoy en vaqueros, lo he hecho lo mejor que he podido y me voy a querer y ya está'… y Sandy Bullock me mira y dice: ‘Te ves bien, mama’. Me hizo sentir increíble. Y, luego, Cate Blanchet en plan: ‘Bonitos vaqueros, Hathaway’. Fue increíble. Y luego me mira Rihanna y empieza. ‘Maldita, ¡qué buen culo tienes!’. Por supuesto yo estaba entrando en shock, y ella seguía: ‘Tienes un culo como el míoooo’. Y puedo decirte que nunca antes me había sentido así en un set antes", confesaba tras el estreno de la cinta a Ellen.

Aunque Anne Hathaway jamás ha fichado por una superpotencia mundial de la cosmética (sí que ha hecho sus pinitos con alguna firma asiática), encajaría a la perfección entre las embajadoras de Armani o Lancôme, firmas que sus maquilladores (de Mary Willes a Jillian Dempsey, pasando por Kate Lee) emplean habitualmente sobre su rostro por la variedad de tonos nude de que disponen. Lo dicho, van sobre seguro. Máscaras de pestañas (Hypnôse) de Lancôme, labiales (Rouge Allure Velvet Luminous Matte) de Chanel, fondos de maquillaje (Luminous Silk) de Armani, geles de cejas de Anastasia Beverly Hills… y, por supuesto, toneladas de hidratación y protección solar, que ella no es así de blanca por casualidad. Lo suyo es una luminosidad discreta pero sostenida en el tiempo. Una estrella de largo recorrido, vaya, que solo asusta al respetable si el personaje lo requiere (o en Halloween).

La sonrisa de Hollywood

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