La indignación controlada. Respuesta a David Jiménez Torres

Querido David: me hubiera gustado escribir a tu edad un artículo tan sereno y, por qué no decirlo, tan patriótico, porque, en efecto, patriotismo es el deseo de cambiar tu patria a mejor. Por desgracia, mi generación sólo se ilusionaba con lo que entonces había en el mercado ideológico, que tras el 68 francés y el franquismo moribundo, era una especie de redención totalitaria, una revolución roja que, paradójicamente, pasaba por la instalación temporal de la "democracia burguesa"; o sea, de la democracia. Yo creo que la juventud se mueve, a falta de experiencia política, por las modas y el instinto. Por suerte para vuestra generación, vosotros debéis elegir entre dos modas: una minoritaria: el liberalismo desengañado y la falta de ilusiones sobre la naturaleza humana, aunque no sobre la política y la ilusión; otra mayoritaria: el ilusionismo político de la izquierda que "lo quiere todo y lo quiere ahora". Ya sé que no todo el mundo en la izquierda es tan imbécil, pero la idea sí; y alienta la paradoja del electrón zurdo, como dijo Asimov de todos los electrones. Los liberales más diestros suelen salir de la ilusión zurda, así que, más que sanos, somos vacunados con éxito o supervivientes de la fiebre. Vosotros sois mejores.

Pero no inmunes a la ilusión como categoría política, esa a la que alude Ortega en la brillante cita que abre tu artículo. Hace años tuve un debate en Albarracín con Mario Vargas Llosa a propósito de Ortega. Yo había releído hacía poco tiempo sus textos y discursos políticos (Alianza Editorial) y estaba escandalizado de ver tanta brillantez abocada a un fracaso tan estrepitoso como el de la II República, en cuyo advenimiento tanta parte tuvo su vanidad. Mario lo defendía, creo, por esa voluntad ilusionante que alienta en todo intelectual bajo los focos. El fracaso de la II República proviene del fracaso del Partido Reformista de Melquíades Álvarez, en el que destacaban Ortega y Azaña, que era el vástago natural del regeneracionismo y que, como dices, debería haberse integrado en el sistema de la Restauración. Para cambiarlo desde dentro, se supone, aunque no fue posible y ninguna de las partes estuviera muy interesada en la otra. Ahora es fácil ver aquel fracaso; entonces no podía verlo nadie.

Sin embargo, hay una diferencia entre lo que podía haber sido el PR en la Restauración y la Agrupación en Defensa de la República: el tipo de ilusión que cultivaban u ofrecían a la opinión pública. El primero era una ilusión patriótica de reforma; el segundo, una patria concebida como utopía. El primero podría haber funcionado. El segundo estaba condenado a fracasar como política. Pero, pese a todo, el patriotismo que tú describes, el de "la patria imposible, que no es de este mundo", como dice Cernuda de Galdós, es totalmente necesario para intentar cualquier cambio, grande o chico, de la sociedad que habitamos. La ilusión entendida como predisposición al cambio, a renovar las instituciones políticas de un país, empezando por su constitución nacional o histórica, no es garantía de nada pero es requisito para todo. Lo malo es cuando la ilusión es, en sí misma, opción política, cuando no podemos concebir la política sin ilusión. Más precisamente: sin ilusión de partido concreto, porque ilusión en abstracto, incluso como frustración activadora o negatividad activa, siempre la habrá.

 La indignación controlada. Respuesta a David Jiménez Torres

Hay algo biológico en la ilusión, más difícil en el que ve declinar su paso por la vida que en el que empieza a verse como parte naciente de la vida social. Pero es más importante el factor ideológico, el de cómo deberían ser las cosas, aparte de cómo son. Creo que en el análisis de la movida de la Puerta del Sol priman los factores volitivos o de intención sobre los reales y constatables. Y que es imposible para quien no ha vivido el 13M de 2004 revivirlo este 21 de mayo. Pero cabe también que a los que hemos vivido sucesos parecidos a éstos nos cieguen las semejanzas y no advirtamos las diferencias. Intentémoslo.

Las semejanzas básicas estriban en que es la extrema izquierda, siempre con afinidades etarras, el fulminante de la explosión, aunque sean IU y, sobre todo, el PSOE, los que aprovechan la onda expansiva o electoral. Leo que en el programa de Carlos Cuesta en Veo 7 un portavoz de los amotinados de Sol iba vadeando sin mayores apuros las preguntas políticas comprometedoras hasta que Centeno le preguntó por Bildu: si había acampada con ellos gente de la cuerda proetarra o si lo esperaban así. A lo que el portavoz dijo que no sabía, pero que sería un honor recibirlos. Un batasuno histórico aparece en LD como uno de los coordinadores de la acampada. Y, lo más importante, Bildu –o sea, ETA- dice que el sentido político de la acampada de Sol coincide mucho con el suyo. La extrema izquierda desde la Transición ha sido etarra o pro-etarra. Y la izquierda ha mirado con simpatía o envidia, a veces con rencor fraternal, los crímenes etarras. Es que son lo que, en muchos casos, ellos no se atreven a ser.

Se ha dicho y es evidente que el programa económico de los indignaditos es idéntico al de IU. Yo he publicado que sólo sería posible ponerlo en marcha bajo una férrea dictadura comunista. Pero hay que añadir que es también lo más parecido que cabe al programa económico de la ETA, salvo el excipiente euskaldún, que en otras partes de España sería un elemento de identificación chequista asociado a lo rojo o al separatismo. Y no cabe patriotismo español, ni siquiera como principio teórico, en una acción política que puedan asumir los terroristas enemigos de nuestra nación. Algo que estéticamente resulta intuitivo, la mugre batasunoide en Sol, puede ser ética y políticamente deducible. Al cabo, ser antisistema en un sentido liberal, buscando más libertad, no es compatible con ser antisistema por lo que de libertad le queda aún al sistema.

Por no alargarme más: ¿es posible que el debate abierto por la movida de Sol redunde en algo positivo para la causa de la libertad, en especial entre los jóvenes? Lo es. Lo fue para los rojos de los 70. Pero sólo porque hubo gente como Aron, Revel y otros que rechazaron radicalmente el Mayo del 68. Creo que la tarea de los liberales maduros es mantener nuestras posiciones para que algún día puedan ser compartidas por los que, fatalmente, tropezarán con la nebulosa de los deseos baratos o la piedra de las manipulaciones hirientes.

La base del liberalismo es la desconfianza en el ser humano, porque tiende siempre a abusar de su poder. Para evitarlo, hay que crear instituciones legales y políticas que defiendan a los individuos de las ilusiones de la masa. La ilusión liberal estriba en defender la libertad personal frente a cualquier otra ilusión. Porque, querido David, en política las ilusiones colectivas suelen ser mortales. Por eso, toda indignación no controlada por la razón y la experiencia resulta preocupante. En todo caso, gracias por tu artículo, que me ha obligado a no olvidar lo inolvidable.