Gala González tiene el caché más alto de las blogueras de moda españolas.
A caballo entre Londres, Nueva York y su Coruña natal, ha trabajado como DJ, directora creativa y presentadora.
Aprendí que la elegancia es imposible de copiar después de invertir parte de mi adolescencia en imitar -sin demasiado éxito- el cruce de piernas de mi madre. Yo también quería cruzarlas danzando. Más tarde -ya con mis primeros ahorros- me di cuenta de que la elegancia tampoco se puede comprar. Ni dejándome el sueldo en un blazer de Chanel, la mismísima Coco me hubiera regalado el calificativo de elegante.
A Gala González, en cambio, Coco se lo hubiera otorgado hasta con zapatillas de andar por casa. Y no porque a sus 30 años sea una de las 10 blogueras más influyentes del mundo, sino porque como dice una de sus fans: «Gala nació elegante».
Hace tiempo que dejó de ser sobrina de -su tío es Adolfo Domínguez-. Los números lo certifican: 407.000 resultados en Google, 688.000 seguidores en Instagram, otros 313.000 en Facebook y más de 80.000 en Twitter. «Ninguno comprado. Prefiero la calidad a la cantidad», puntualiza. Gala crea tendencia, las firmas de moda lo saben y por eso llevan tiempo reservándole un sitio en la codiciada primera fila de los desfiles más importantes del mundo.
Nos recibe en Barcelona, donde ha viajado desde Nueva York, ciudad en la que vive desde hace un año, para acudir a la boda de una amiga. Se excusa porque se encuentra mal -se intoxicó cenando en un restaurante japonés- y mientras posa delante del objetivo me acuerdo del consejo de otra de sus fans:
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— Nina Buckler Eckhoff Sun Aug 10 05:12:30 +0000 2014
Viéndola cuesta creer que sólo tarde tres minutos en arreglarse. «Saber mezclar es donde reside el estilo. No hace falta vestirse de marca para vestirse bien». La facilidad que tiene para combinar prendas de grandes firmas con básicos que están al alcance de cualquiera es su don. Gala lo sabe y lo explota. Y las marcas ven en ella el escaparate perfecto. Su caché es el más alto de España: puede llegar a cobrar 2.000 euros por mencionar una marca en un tuit. Y más de 4.000 euros por fotografiarse en Instagram. Hasta Tommy Hilfiger la contrató para que ejerciera de modelo en el 30 aniversario de la compañía.
Habla con soltura y aunque en ocasiones puede parecer algo superficial -«Para una fashionista como yo todo es esencial»- no lo es: «En una foto puedes ser quién quieras ser. Tengo que distinguir entre el mundo exterior y el mundo interior. El día que deje de hacerlo habré fallado como persona».
Gala González es mucho más que una it girl. A los 18 se mudó a Londres para estudiar moda en Saint Martins, la misma escuela en la que Galliano o McQueen empezaron a dibujar sus primeros patrones. Allí, y a través de un Fotolog, empezó a dictar tendencia. «Ya no me interesaba sólo diseñar».
Cuando entró en Saint Martins ya había diseñado y lanzado su primera colección para Adolfo Domínguez, la empresa familiar. Le bastó un poco de imaginación y mucho atrevimiento para revolucionar la línea joven del negocio de sus tíos. «Lo tenía todo para quedarme instalada, pero tanto en la moda como en la vida, hay que arriesgar».
Dice que si enseñas pierna es mejor tapar el escote y que, si le dan a elegir, ella siempre apuesta por enseñar pierna. Cuestión de elegancia.
Habla con vehemencia de un mundo que para ella es una necesidad. «La moda es arte. Es una forma de comunicación y expresión. Puede ser superficial pero me entretiene». Y cuenta que tiene tres armarios, uno en cada ciudad en la que vive: «En mis casas de Londres y Nueva York tengo prendas para mi día a día. En A Coruña guardo las que tienen un significado especial». Confiesa también que echa mucho de menos su tierra. «Después de 12 años viviendo en Londres, imagínate. Mira si la echo de menos que me he tatuado la palabra morriña».
Su asistente la interrumpe para recordarle que el médico ha llegado y que van con el timing justo. Se excusa, y mientras coge el periódico ojea la portada, una foto en la que aparecen los cuatro líderes políticos que llevan meses intentando formar gobierno: «Lo que más me llama la atención es el color de los trajes de Albert Rivera. Suele recurrir al gris claro, que no le aporta nada. Claramente podría sacarse más partido». Palabra de influencer.
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